El diestro sevillano Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ ha regresado por un día para conmemorar el 35 aniversario de su alternativa en Huelva. El torero de Espartinas, retirado de los ruedos, desempolvó técnica y gusto, y le añadió madurez para torear templado a cinco toros; sólo le falló la espada. Andrés Romero lo dio todo en su segundo. Ambos salieron a hombros.
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Francisco Mateos.-
Hay días y festejos en los que el crítico no puede ser totalmente objetivo. La de hoy en Palos no era una corrida normal. Era un evento especial, una fiesta en toda su amplitud. El esfuerzo que se está haciendo por parte del Ayuntamiento y de la empresa Buendía está ofreciendo resultados. Esta plaza se incorpora al circuito taurino definitivamente. Todo se quiere hacer bien. La puesta en escena de la corrida de toros al estilo de la usanza de finales del siglo XV crea un ambiente distinto. Y para hacer este festejo hoy aún más singular, reaparecía sólo por un día un figurón del toreo, el sevillano Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’. Con el cabello ya plateado por la nieve del paso de los años y con más del medio siglo marcando su DNI, Espartaco volvía por el deseo incontrolable de volver a sentirse vivo, de revivir el miedo de enfrentarse a un público y a unos toros. El torero cincuentón no sólo se conformaba con una corrida de dos toros, sino que las circunstancias del aplazamiento del sábado anterior hacía imposible la comparecencia de El Fandi al torear hoy en Jaén y aceptó lidiar la corrida en solitario, más un sobrero que regaló. Lidiar cinco toros en una plaza con público a los 52 años no está al alcance de muchos. Es un desgaste importante.
Veía al entrar los precios de las entradas en las taquillas y se despejaba la remota duda: Espartaco regresa hoy por el regusto que tiene que ser para un torero volver a torear y sentir cómo un toro le roza los muslos al pasar por su muleta. En Palos no había dinero: 18 euros el tendido de sombra y sólo 12 el tendido de sol; como ir a ver una película al cine con palomitas y refresco. Espartaco toreaba hoy para orgullo de él mismo, de su familia y de los aficionados. Además, festejaba de esta forma los 35 años de alternativa onubense. Por eso digo que no es momento de una valoración crítica de un festejo que es muy distinto a los demás. No se puede medir de igual modo a quien torea todas las semanas, que a quien no lo hacía desde hace cuatro años.
Y Espartaco solventó su tarde palerma con gusto y madurez. La espada, lógicamente, fue la que le falló; la práctica lo es todo. El que abrió plaza, de Núñez del Cuvillo, sacó malas formas y le presentó complicaciones. Espartaco, eficaz y resolutivo, tuvo paciencia y al final dejó muletazos más estéticos. El primero con el hierro de Juan Pedro Domecq sí ofreció buen juego. Juan Antonio echó mano de temple para torear despacio, llevarlo cosido a la muleta sin que la topara. Estiró la muñeca con el cuerpo relajado por ambos pitones y hubo tandas bellísimas rematadas con los de pecho. Es el Espartaco de final de su carrera activa, el de la madurez y la templanza suavizada.
La faena al segundo de Juan Pedro fue el resultado de la técnica prodigiosa de Espartaco. Era desagradable ponerse delante por el pitón izquierdo, con coladas y miradas. Lo toreó con la derecha y no se quedaba el maestro a gusto acabando la faena sin ponerse por el izquierdo. Toreó al natural y el toro acabó sucumbiendo a la técnica de Espartaco, sometido al temple de su muleta. En el siguiente, de Albarreal, echó las rodillas a tierra como si fuera un novillero y dejó una larga cambiada en el tercio de aquellas de su época de chiquillo. Toro dificil que no le dejó estar a gusto, y al que además no mató bien. No se quedaba contento el torero con ese final y, cuando ya parte de la gente incluso estaba fuera de la plaza, sonaron los clarines para la salida del sobrero: Espartaco había pedido uno más y regalaba un quinto toro. Los aficionados, ya con las puertas de la plaza abiertas de par en par, regresaron a los tendidos, que volvieron a llenarse. Fue un toro suave de embestida que le dejó torear muy relajado, sintiéndose muy torero en cada natural. Esta vez sí estuvo más acertado con la espada y fue el bellísimo colofón a una tarde espléndida.
El festejo se completaba con la actuación de Andrés Romero con dos toros de Luis Albarrán, de escasa presencia. El rejoneador onubense evidenció una tarde más su clara progresión. Mejor en el quinto que en su primero, donde falló demasiado con el rejón de muerte. La faena del quinto fue muy completa, llegando a la cara del novillo para hacer un quiebro en un palmo de terreno, o rematando faena con una acertada rueda de rosas cortas; todo ello con la espectacularidad de su efusiva monta.
Al final del festejo tanto Espartaco como Andrés Romero fueron sacados a hombros de novilleros y aficionados, que disfrutaron de una tarde de toros distinta a la habitual.
GALERÍA GRÁFICA (Laura Barba) |
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