«…las Colombinas de Huelva. Una de las ferias taurinas estivales más atractivas de Andalucía. Un ciclo medido en el número de festejos, estratégicamente combinados, y exquisitamente rematado con lo más deseado de los respectivos escalafones. Ahora sólo queda que el toro sea el exigible a quien lo torea. Es ahí donde puede seguir estando la fisura…»
Manuel Viera.-
Pasado el ecuador de la temporada y con la llegada del taurino agosto continúan celebrándose los sugerentes ciclos de ferias de provincia en plazas de segunda y algunas de tercera. Allí, donde el toro parece que embiste más y el toreo se hace sin más presión que la del divertimento y el disfrute. Demostrado quedó en muchas tardes de este agonizante mes de julio. Elogiadas faenas a toros a modo aunque sin la regularidad aplastante de las primeras figuras del escalafón. Lejos quedan las grandes ferias de inicio de temporada en primerísimas plazas sin que el toro propiciara lo que propicia ahora ese otro menos exigente, debilitado en presencia y seriedad, en estos otros ciclos y cosos. Quizá milagro de la bravura.
De todas formas, la temporada taurina de este 2014 está marcada por la irregularidad de los mandones del escalafón. De los que despreciaron Sevilla con el sinsentido de una rocambolesca decisión. Sólo Perera, tras golpear con fuerza en Las Ventas de Madrid, camina en la rectitud de los triunfos inapelables. Los demás, Morante, Juli, Manzanares y Talavante, andan zigzagueando sin dotar de sólidos argumentos una temporada que se les va sin puntuar donde hay que puntuar. Mientras que el que llena las plazas y alimenta la polémica, José Tomás, que se convertiría en mito indiscutible si en su escogido y corto recorrido se parara en algunas de las ‘estaciones’ de Sevilla, Madrid o Bilbao, aparece y desaparece en incomprendida actitud sin aportar al toreo lo que el toreo necesita de él.
En suma, mañana comienzan las Colombinas de Huelva. Una de las ferias taurinas estivales más atractivas de Andalucía. Un ciclo medido en el número de festejos, estratégicamente combinados, y exquisitamente rematado con lo más deseado de los respectivos escalafones. Ahora sólo queda que el toro sea el exigible a quien lo torea. Es ahí donde puede seguir estando la fisura por donde se escapa el trabajo encomiable y bien hecho de Óscar Polo y Carlos Pereda. Porque mientras estos aportan seriedad, otros aportan irresponsabilidad. El pasado año flaqueó el toro y, por consiguiente, se impone en este una nueva versión seria y con garantía. No hay nada más determinante que el toro. El necesario para que lo que se haga abajo se convierta en emoción arriba.