La plaza de Campofrío ha abierto hoy sus puertas para ofrecer una novillada mixta que ha sido triunfal, con la salida final a hombros de los tres novilleros. El gaditano Daniel Crespo ha sido el más cuajado, mientras que el onubense Juan Ramón Jiménez se sobrepuso con dos orejas en el sexto al infortunio de quedarse con un único novillo por inutilizarse el tercero
|
José Luis Arizmendi.-
Tarde de toros en la localidad serrana de Campofrío (Huelva). Una novillada mixta sirve como reapertura de una plaza singular, catalogada como la más antigua que se conoce. Data del año 1716; en dos años cumplirá trescientos años de existencia, sin duda alguna un acontecimiento relevante para la localidad que a buen seguro su actual alcaldesa sabrá ejecutar con la dignidad que merece dicho coso.
Ha sido una tarde de reencuentros con aficionados y gentes del toro que se dieron cita para presenciar el festejo en esta emblemática plaza, conocida no como plaza de toros de Campofrío, sino como ‘Coso Santiago Apóstol’. Se ha lidiado un encierro de Cebada Gago, justo de presentación, noble y variado juego, destacando los lidiados en primer y cuarto lugar; y el quinto, de más presencia y transmisión. El primero recibió el premio de la vuelta al ruedo. El ganadero dio la vuelta al ruedo en el cuarto novillo de la tarde junto al novillero Daniel Crespo.
Una tarde de matices y tres novilleros distintos, dos con caballos -Daniel Crespo y Manuel Ponce- y otro sin los del castoreño, el onubense Juan Ramón Jiménez. La nobleza del encierro y las ganas derrochadas de los novilleros hicieron el resto para que la tarde fuese del agrado del respetable, que premió a la terna con un total de nueve orejas y dos rabos.
Daniel Crespo tuvo en suerte un lote noble, pecando un poco de escasa fuerza, con el que el novillero supo y pudo expresar su concepto del toreo. Al primero en una faena a media altura, sin obligar en exceso al burel, lo llevo ligado, templado y cosido a la muleta que seguía con celo el de Cebada. Se llevó al público en el bolsillo con tandas en redondos muy despacio y rematadas con pases de pechos de pitón a rabo. Al cuarto de la tarde le dejó una labor de más mérito, midiendo los tiempos y las distancias de un novillo que se arrancaba de lejos a la voz y acudía con alegría al toque de la muleta. Ligó el novillero gaditano en tandas en redondo, toreando muy despacio y sin enganchones. Al natural, con la figura erguida y bamba de la muleta en el hocico, tiró de su antagonista en dos tandas ligadas y bien ejecutadas. Premiado con el doble trofeo y rabo, fue acompañado por ganadero en la vuelta al ruedo.
Manuel Ponce se llevó un lote muy dispar, de desigual presentación y juego. Al primero de su lote, un novillo terciado y vareado, lo recibió en el tercio a la verónica jugando los brazos con soltura y acompañando la embestida del burel hasta los medios, rematando con dos medias ceñidas atrás de la cadera de mucha pinturería. La noble embestida del animal permitió a Ponce gustarse con la muleta por ambos pitones, destacando las tandas al natural, suaves, templadas y mandando en todo momento en la embestida del de Cebada. Al que hacia quinto de la tarde, el de más cuajo y presencia del encierro, lo recibió Ponce con los vuelos del capote a la verónica, rematando con dos medias de mano baja y de mucha enjundia. Enjaretó una faena de mucha transmisión por ambas manos ante un novillo que se movía con mas viveza que sus hermanos de camada y con el que había que estar presto y atento para que no sorprendiera.
Juan Ramón Jiménez no tuvo suerte en su lote. El primero que le tocaba en suerte, después del recibo de capote, jaleado por la grada por la buenas maneras que desarrollaba el novillo y el buen hacer del novillero, en un quite que le iba a hacer el novillero, el eral clavó los pitones en la arena del coso y de un brusco giro se lesionó en el cuello, quedando inmóvil en la arena. A pesar de los intentos de la cuadrilla por ayudarle a ponerse en pie, es imposible y ha de ser apuntillado. Al ser un animal inutilizado durante la lidia no ha lugar a que salga un sobrero y en su lugar salió el eral que debía cerrar plaza. Contrariado el novillero onubense por el infortunio salió más enrabietado y con más ganas de darlo todo en el único novillo que tenía finalmente esta tarde en el coso de Santiago Apóstol. Lo recibió con tres largas de rodilla en el tercio para continuar con un ramillete a la verónica. Lo dio todo en su faena el novillero de Huelva, llevando al eral cosido a la pañosa que le mostraba, siguiéndola con codicia el de Cebada. Una faena medida y estructurada, basada en la mano derecha con tandas en redondo rematadas con pases de pecho muy toreros. Le robó naturales muy templados, hondos y gustándose que llegaron con prontitud al tendido
GALERÍA GRÁFICA (Arizmendi) |
||
|
EN BREVE |
|
|
|
|
|
|
|