«…es difícil de imaginar, con la que está cayendo, que para el ilusionante y expectante festejo de Huelva no hubiese seis toros con presencia y hechuras. Presenciar, en la ¿rivalidad? de un ‘mano a mano’ de dos auténticas figuras, la triste imagen de un toro abecerrado, insignificante y agotado, no deja de ser una de las mayores decepciones de esta Fiesta nuestra…»
Manuel Viera.-
Una de las nada despreciables ventajas que aún tiene la Fiesta es que la gente sigue llenando las plazas al reclamo de las grandes citas –ocurrió el pasado domingo en el Puerto de Santa María- pese a los muchos sinsentidos que abundan en muchas de las tardes de toros. Que lo tenemos cada vez más crudo es un truismo cuya constatación no precisa más que ver lo sucedido en el ‘mano a mano’ de El Juli y Manzanares en la segunda corrida de las pasadas Colombinas. Hubo momentos en la tarde en los que la grisura del ambiente fue tan plomiza que acabó aplastando cualquier atisbo de esperanza. Esperanza en el toro que ha de levantar un espectáculo que se derrumba si él, pequeño e insignificante, se derrumba derrotado, sin fuerzas y ayuno de casta. Y así, no.
Quizás convenga, en todo caso, recordar que sin toro carece de sentido el ritual. Dicho lo cual, es difícil de imaginar, con la que está cayendo, que para el ilusionante y expectante festejo de Huelva no hubiese seis toros con presencia y hechuras, en ese campo que genera en exceso la oferta de reses bravas, para ser lidiados por dos de los máximos exponentes del toreo actual. Parece como si nadie se tomara en serio un problema que sigue lastrando el devenir de las corridas de toros. Presenciar, en la ¿rivalidad? de un ‘mano a mano’ de dos auténticas figuras, la triste imagen de un toro abecerrado, insignificante y agotado, no deja de ser una de las mayores decepciones de esta Fiesta nuestra.
Por eso, de una vez por todas, deben manifestarse los verdaderamente inteligentes respecto a esos otros muchos ‘sabios’, capaces de jugar con la confusión, que se avienen sin escrúpulos a esta visión de un espectáculo incrédulo y poco serio. Pese a que se salven tardes con oasis de bravura que hacen brillar talentos. Brilló Morante en Pontevedra y lo hizo Manzanares en El Puerto. Con más o menos toro, pero con el mínimo suficiente para seguir haciendo grande el toreo.
Es precisamente ahora, en momentos tan delicados por los que pasan ‘los toros’, cuando toreros, ganaderos y empresarios se han de crecer para lograr objetivos que no se consiguen en los despachos, sino en el ruedo de la plaza y en la dehesa ganadera, y hacer de ellos un fin en sí mismo.
Como decía un borrachito de mi pueblo: «el que avisa no es traidor, sino un buen avisador». Pues eso.
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