La familia García-Palacios vende la ganadería

Concha y Sierra: el tesoro ‘vazqueño’ se va de Huelva

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El semental 'Rastrillo', uno de los padres actuales de la ganadería. (FOTO: Joaquín López del Ramo)
El semental 'Rastrillo', uno de los padres actuales de la ganadería. (FOTO: Joaquín López del Ramo)

Los ganaderos onubenses José Luis y Guillermo García Álvarez se desprenden de la mítica ganadería de Concha y Sierra, que también pasó por las manos de Litri. Los campos de Huelva dejan escapar el tesoro ‘vazqueño’, que pastará ahora por tierras francesas. Hacemos un recorrido por la historia de este hierro que ha permanecido los últimos 30 años en manos de onubenses.

Joaquín López del Ramo.-

     El acta de nacimiento de este hierro data de 1871, cuando Fernando de la Concha y Sierra adquirió dos de las cinco partes en que se había dividido la vacada fundacional de Vicente José Vázquez: las de Juan Castrillón (antes Antonio Mera) y Francisco Taviel de Andrade. El señor Concha y Sierra falleció seis años después y el grueso de la ganadería, junto con el resto de su copiosa hacienda, pasó a manos su viuda, Celsa Fontfrede, la cual casó en segundas nupcias con el afamado diestro Manuel García ‘El Espartero’, del que también enviudó tras la mortal cornada que a éste le propinó el toro de Miura ‘Perdigón’ en la plaza de Madrid el 27 de mayo de 1894.

     Los ‘conchaysierra’ se situaron a la altura de los toros más famosos de aquel tiempo, y todos los astros del toreo entre finales del siglo XIX y el primer tercio del XX los contaron entre sus predilectos. El gran Rafael Guerra ‘Guerrita’ se despidió en Madrid el 11 de junio de 1899 con un toro de este hierro, llamado ‘Ballestero’, y en los años de la ‘Edad de Oro’ los toros de la ganadera Celsa participaron en otros muchos fastos históricos. Uno de ellos fue la concesión formal de la primera oreja en Madrid, otorgada el 2 de octubre de 1910 a Vicente Pastor por su lidia al toro ‘Carbonero’. Quizás el acontecimiento más trascendente de esta época ligado a la ganadería fue la mítica faena de Juan Belmonte frente al toro ‘Barbero’, que le consagró el 21 de junio de 1917 en Madrid como máxima figura de la Tauromaquia.

     El destino quiso que en sus momentos de mayor esplendor esta vacada estuviera en manos de mujeres que quedaron viudas de forma prematura; primero doña Celsa y más tarde su hija Concepción de la Concha y Sierra, viuda de Sarasúa. Con ella al frente de la divisa a partir de 1929 llegó la segunda etapa de esplendor de los ‘conchaysierra’, que evolucionaron como los de los más destacados hierros de origen Vistahermosa hacia una embestida con mayor bravura, duración y nobleza. Se dijo que en ello tuvo algo que ver el cruce con un semental de Ibarra, cosa nunca ratificada ni evidente en las hechuras y capas de las reses. Así, los toros ‘la Viuda’ permanecieron en la cima, y Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Chicuelo o Armillita los torearon con profusión y éxito en los años de la llamada la ‘Edad de Plata’ del toreo, e incluso después de la Guerra Civil.

LOS CUARENTA EN MADRID

     Desde la inauguración hasta el final de la contienda bélica, la ganadería se ausentó de la Monumental madrileña, donde reapareció el 24 de mayo de 1939, día de la llamada ‘Corrida de la Victoria’, con un toro chorreado que peleó con bravura y raza y al que Vicente Barrera cortó las dos orejas. Esta misma temporada se jugaron en Las Ventas varios encierros de doña Concepción. Los años cuarenta asistieron a la arrolladora irrupción de Manolete como máxima figura de la tauromaquia. A raiz de un gran éxito obtenido en Valencia con toros de Concha y Sierra, el torero cordobés mató bastantes corridas de la casa, la última en Valdepeñas, pocos días antes de su muerte, donde cortó dos orejas y el rabo. Otras estrellas de la postguerra, como Pepe Luis Vázquez o Luis Miguel, torearon con frecuencia toros de este hierro, aunque no estuvieran en lo más alto de sus preferencias, quizás por su menor regularidad que los de otras ganaderías famosas de la época.

     El 21 de abril de 1940 se lidió en Madrid una buena novillada de este hierro y la prensa calificó de ideales a ‘Centello’ y ‘Capachito’, lidiados en tercer y sexto lugar. El 15 de mayo siguiente vino una corrida de ocho toros con Cagancho, Jaime Noaín, Gitanillo de Triana y Curro Caro en el cartel; los morlacos fueron muy desiguales, destacando el bravo tercero, ‘Florido’, y el séptimo, ‘Chulapón’, con los que Gitanillo realizó faenas muy aplaudidas. Por tres veces los ‘conchaysierra’ hicieron acto de presencia en Las Ventas el año 1941. En las dos novilladas predominó el genio y la mansedumbre, con la notable excepción del cárdeno ‘Cabrito’, al que Manolo Martín Vázquez cortó una oreja el 6 de abril. La corrida se jugó el 18 de mayo, y en ella resultó gravísimamente herido Pascual Márquez, falleciendo días más tarde; otra cornada se llevó Fernando Domínguez, por lo que el primer espada, Gitanillo de Triana, hubo de matar cinco toros, dos de los cuales, el cárdeno ‘Chispo’ y el salpicado ‘Jaquetón’ fueron buenos. La cogida mortal del valeroso y honrado Pascual Márquez tuvo la fatalidad añadida de que el torero había sido trabajador en casa de Concha y Sierra y existía una gran amistad con él, plasmada en el gran apoyo que en su carrera taurina le dio la propia doña Concepción.

     Las temporadas de 1945 y 1946 fueron las últimas en que la ganadería de Concha y Sierra se anunció en Madrid de forma continuada. El balance de la primera fue malo sin paliativos por el predominio de la mansedumbre y la bronquedad en los tres festejos lidiados. Los resultados de 1946 fueron de cara y cruz: buena la novillada del 18 de agosto y mala por sosería y cortedad la corrida del 13 de octubre, a la que se enfrentaron Gallito, Luis Mata y Belmonteño. A partir de esta fecha, con la excepción de ‘Buñolero’, un cárdeno salpicado estoqueado por Antonio Bienvenida en su encerrona del 16 de junio de 1960, se abrió un paréntesis de casi tres décadas de ausencia en Madrid.

DE CONCHA Y SIERRA A KING RANCH

     Durante los años cincuenta y sesenta, los ‘conchaysierra’ mantuvieron e incluso acrecentaron su cartel. Afloraron con mayor regularidad las mejores virtudes de su embestida y, sin llegar a ser una ganadería facilona o ‘comercial’ en el sentido más peyorativo del término, las figuras de este periodo, como Litri, Aparicio, Ordóñez, Puerta, Camino, Curro Romero y El Cordobés, volvieron a apuntarse con frecuencia y a triunfar con los toros de ‘la Viuda’. A la buena marcha de la vacada y de la riquísima hacienda contribuyó de forma determinante el carácter firme de su dueña. Los extraordinarios cortijos ‘La Alegría’ y ‘La Abundancia’ eran el solar de la ganadería; allí trabajaban los mejores hombres de campo de la marisma sevillana y el esmero más riguroso presidía cada una de las faenas.

     Todo este mundo se acabó casi de golpe en diciembre de 1965 con el fallecimiento de doña Concepción. La ganadería y el enorme patrimonio de la casa pasaron por herencia a sus sobrinos, los hermanos Pareja Obregón, que desde 1951 eran titulares de su propia vacada. Éstos, entregados a una vida disipada y bohemia, empezaron muy pronto a vender por partes la vacada y en 1968 se desprendieron del grueso de la misma, con el histórico hierro y divisa, traspasándola al no menos excéntrico José Luis Martín Berrocal, quien apenas dos años después la enajenó junto con la finca onubense donde pastaba, ‘Los Milllares’, a la multinacional norteamericana ‘King Ranch’.

     Dicha compañía, originaria de Texas, era propiedad de Bob Kleberg, magnate ganadero a escala mundial y creador de la célebre raza bovina Santa Gertrudis, cuya crianza pensaba desarrollar allí. Kleberg sólo estaba interesado por la finca, pero se encontró que dentro había una ganadería de lidia, y al enterarse de que era una de las más legendarias de la cabaña brava decidió continuar con ella. Gracias a ello, los ‘conchaysierra’ se salvaron, aunque la ganadería ya venía muy tocada por el desastre y abandono de sus anteriores dueños. El representante de King Ranch en España era Michael Huges, y la persona de confianza y consejero de éste fue Jaime de Urquijo, aficionado de reconocida solvencia.

     Durante esos años la gestión de la ganadería no debió ser fácil para el señor Urquijo, quien tuvo el gran mérito de mantenerla viva, lo cual fue esencial para que haya llegado a nuestros días. El 22 de julio de 1973 se anunció en Las Ventas una corrida de toros de ‘Los Millares’, que mataron Vicente Punzón, Macareno y Raúl Sánchez. Aparte de la efeméride que supuso la reaparición de los históricos ‘conchaysierra’ en Madrid, el resultado fue un tanto desastroso, porque todos los toros salieron broncos y mansurrones, a pesar de su maravillosa y variopinta estampa. Esta bella condición externa y su evocación histórica explican que la ganadería volviera a Madrid en las temporadas de 1974 y 1975, pues el estilo de juego fue casi el mismo, con la tímida excepción de algún ejemplar más o menos manejable, caso del ensabanado capirote ‘Ciervo’, lidiado por Manuel Aroca el 25 de agosto de 1974, el salinero ‘Pitillero’ y el castaño ‘Mayordomo’, estoqueados estos dos últimos el 31 de agosto de 1975 por Orteguita y Manolo Ortiz, respectivamente.

     Así las cosas, el 28 de mayo de 1978, en plena Feria de San Isidro, se desecharon los toros de la ganadería titular y apareció en el apartado una corrida de ‘Los Millares’ para ser lidiada por Raúl Aranda, Manili y el confirmante Juan Montiel. Su presencia era espectacular, en especial un maravilloso toro sardo chorreado, alunarado y careto de nombre ‘Pajarito’, pero su juego fue un catálogo de mansedumbre y bronquedad, con la penosa paradoja que precisamente esa ‘pintura’ de toro fue condenado a banderillas negras. Transcurrida poco más de una década desde el fallecimiento de la viuda de Concha y Sierra, la ganadería pasó de las ferias y carteles de tronío a una crisis total. Lo más sencillo era culpar de ello a King Ranch, que se llevó el ‘sambenito’, pero ello no respondería del todo a la verdad. Factor clave fue la desidia y la total falta de sensibilidad de sus anteriores dueños españoles, que abandonaron su selección durante varios años; de hecho, cuando estuvo en manos de Berrocal ya desarrollaba la misma tónica de juego. Pedir a los americanos que la recuperaran era demasiado. Además, otros ganaderos compraron diferentes lotes de vacas de Concha y Sierra, caso de Gabriel Rojas y el mismísimo Manuel Benítez ‘El Cordobés’, y su destino fue el matadero, como lo hubiera sido la totalidad de la ganadería de no cruzarse en su camino los denostados americanos.

LITRI LA RESCATA Y VUELTA A LAS RAÍCES

     En 1979 King Rach se desprendió de los ‘conchaysierra’. Algunas reses terminaron en manos de Daniel Ruiz, quien las eliminará, pero afortunadamente el grueso de la ganadería fue adquirido por el diestro Miguel Báez ‘Litri’, unas 360 vacas, junto con el hierro y divisa originales. Estimulado por el recuerdo de las glorias pasadas, el torero onubense apostó fuerte por recuperarla; eliminó todos los sementales y se quedó únicamente con 80 vacas, a partir de las cuales sacó nuevos padres, el primero de los cuales fue un clásico salpicado alunarado llamado ‘Inspector’, descendiente de un ejemplar sardo del mismo nombre que fue indultado en Algeciras el año 1963.

     A pesar de todos los avatares sufridos y de los resultados comentados, en estas primeras tientas hubo muchas vacas de gran bravura, lo cual demuestra el extraordinario fondo que tenía Concha y Sierra. En 1981 Litri cruzó una parte de las vacas con toros del Conde de la Corte, estableciendo así una línea pura vazqueña y otra cruzada con sangre condesa, cuyos productos se caracterizaban por sus aparatosos pitones y un tipo más grandón. Litri lidió con desigual éxito, aunque evidenciando en general un nivel estimable y una notable mejora respecto a la etapa anterior, lo que de nuevo posibilitó triunfos de los toreros, como Espartaco, Jesulín de Ubrique, Camino o el propio Litri hijo. A finales de 1993 Miguel Báez vendió la ganadería al onubense Jose Luis García-Palacios, reservándose las cuatro camadas de machos herrados. Los nuevos propietarios eliminaron todo lo cruzado con el conde de la Corte, la mitad de las vacas puras y todos los sementales salvo uno, de nombre ‘Chivito’.

     A partir de esta base, los nuevos dueños de Concha y Sierra sacaron nueva simiente, siguiendo en gran medida la línea del mencionado toro ‘Inspector’. Los García-Palacios empiezan lidiando novilladas, y a partir del año 2000 los ‘conchaysierra’ vuelven a las corridas de toros, en las que se obtienen resultados muy esperanzadores. El 16 de junio de 2002 retornan a Madrid, aunque su juego no es muy lucido. El 21 de mayo de 2003, en la Feria de San Isidro, se lidian cuatro toros de este hierro por Joselito, Manuel Caballero e Iván García; varios de estos ejemplares procedían de las vacas originarias de Domecq y Núñez incorporadas de forma independiente a las de Concha y Sierra y con las que la misma familia formó más tarde el hierro de Albarreal, pero el primero de ellos, ‘Poleo’, es un castaño puro vazqueño y da un juego notable. El 27 de junio de 2004 se lidió en Las Ventas otro buen toro de Concha y Sierra, de nombre ‘Chuletero’, que le tocó a Luis Vilches.

     Tras la sucesivas reducciones en su número de efectivos, motivadas por un afán de optimizar la selección, en la actualidad la ganadería consta de 85 vacas de vientre y los sementales ‘Mercenario’, ‘Puntillero’, ‘Artesano’, ‘Halconero’, ‘Bermellón’ y ‘Rastrillo’, éste último un espectacular sardo de imponente estampa. Igual que ocurre con las legendarias divisas de Miura y Pablo Romero, Concha y Sierra es la última representante viva de una rama única de casta vazqueña y por ello no puede refrescar sangre con ninguna otra, lo cual comporta un riesgo de consanguinidad alto, si bien el número de reatas existentes da margen de actuación a sus propietarios, quienes con trabajo y gran ilusión han mantenido esta joya de la ganadería brava en tierras onubenses de San Bartolomé de la Torre. Durante las últimas temporadas los pupilos de Concha y Sierra se han lidiado básicamente en novilladas, muchas veces con éxito claro. Ahora la familia García Palacios ha tenido que vender esta joya ganadera a un empresario francés.


*Publicado en la revista ‘Taurodelta’ de la plaza de toros de Las Ventas.

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